La actitud de los padres frente a los miedos de sus hijos es uno de los múltiples factores que los producen o mantienen. En este sentido, la familia juega un rol especialmente relevante como modelo y guía de la gestión emocional.
Diversos estudios, como el realizado por Fredikson, Annas y Wik (1997), han evidenciado que tanto los miedos como las fobias tienden a darse más en unas familias que en otras. Pero, ¿por qué sucede esto? Son varios los factores que entran en la ecuación cuando buscamos una explicación. Podemos decir que tanto la transmisión genética como la influencia ambiental, marcando ciertas pautas de aprendizaje, son vías por las que los padres juegan un papel importante frente a los miedos de sus hijos. Profundicemos a continuación.
«Muchas de las cosas que nosotros necesitamos pueden esperar, los niños no pueden, ahora es el momento, sus huesos están en formación, su sangre también lo está y sus sentidos se están desarrollando, a él nosotros no podemos contestarle mañana, su nombre es hoy».
-Gabriela Mistral-
¿Cómo influyen los padres en los miedos de sus hijos?
Al parecer, la mejor manera de explicar la influencia de los padres en los miedos de sus hijos se fundamenta en la teoría de las tres vías de la adquisición del miedo (Rachman, 1977). Veamos cuáles son esas tres vías:
- Aprendizaje vicario o por observación: si un niño observa o presencia un miedo expresado por los padres o personas cercanas, puede imitar o modelar estas respuestas cuando se enfrente a situaciones similares (por ejemplo, si una madre siempre se aparta de los perros por miedo, probablemente sus hijos tiendan a realizar la misma conducta).
Hay estudios que determinan que pueden adquirirse miedos subclínicos o de intensidad más leve a través de este proceso. En el caso de los miedos más intensos o las fobias, por ética no ha podido estudiarse con humanos, pero sí que se ha evidenciado al observar las reacciones animales ante ciertos elementos.
- Transmisión de información negativa: la influencia basada en el aprendizaje por observación es reforzada por la transmisión de información negativa sobre el objeto de miedo o fóbico. Por ejemplo, la madre que se aparta de los perros puede expresar verbalmente el miedo, qué le ha llevado a tener miedo, a qué perros teme más, etc. Así, al niño le llega información negativa a través de conversaciones, historias o juegos, aspecto que determina de manera complementaria su reacción ante algo.
Asimismo, los niños también aprenden a reaccionar y pueden incluir en su repertorio conductual estrategias de afrontamiento inadecuadas, como la evitación (por ejemplo, el niño observa que el malestar de su madre se reduce cuando se aleja de la fuente del temor).
- Instrucciones de los padres: como hemos destacado, los niños también aprenden a reaccionar y pueden implementar en su repertorio conductual estrategias de afrontamiento inadecuadas como la evitación. Los padres ofrecen pautas o instrucciones que guían a los niños en sus estrategias de afrontamiento y refuerzan el hecho de que se pongan en práctica. Este fenómeno de incremento familiar de este tipo de respuestas se denomina “efecto miedo”.
Los padres, además, responden a las manifestaciones de miedo a la oscuridad, a los perros, a la separación, al colegio, etc., con afecto, ira o calma. Por su parte, el niño aprende que los padres muestran atención y preocupación ante sus temores, por lo que se refuerza la conducta y cada vez se manifiesta con mayor intensidad y frecuencia.
En definitiva, los padres y otras personas de referencia refuerzan el miedo y la evitación mediante mecanismos asociativos indirectos. Además, según muestran otros estudios apuntados por Valiente, Sandín y Chorot (2003), la influencia de la figura materna deja, por norma general, mayor huella en el origen y mantenimiento del miedo.
Como vemos, el papel de los padres en los miedos de sus hijos es especialmente relevante. Por ello, es esencial que cuidemos y analicemos tanto los temores propios como los de los niños y de qué manera estamos tratándolos.
Fuentes bibliográficas:
Fredikson, M., Annas, P., y Wik, G. (1997). Parental history, aversive exposure and the development of snake and spider phobia in women. Behaviour Research and Therapy, 35, 23-28.
Rachman, S. (1977). The conditioning theory of fear acquisition: A critical examination. Behaviour Research and Therapy, 15, 375-387.
Valiente, R., Sandín, B. & Chorot, P. (2003). Miedos en la infancia y en la adolescencia. Librería UNED, Madrid.
Artículo escrito por Raquel Aldana, psicóloga del Centro Isabel Olleta